Se trata de un escenario único: enmarcan la Max-Joseph-Platz (Plaza de Maximiliano José) la ópera, la Residenz (Residencia) y el Residenztheater (Teatro de la Residencia), el magnífico palacio de la anterior oficina de Correos y una hilera con antiguas casas burguesas.
El rey Maximiliano I, primer rey bávaro, observa sentado desde su monumento en el centro de la plaza, algo muy poco común en las estatuas de gobernantes de otras épocas. La presentación frente a los súbditos era a caballo o, al menos, en pie; así, Maximiliano I rechazó en el año 1824 el primer esbozo del arquitecto de la corte, Leo von Klenze, el cual lo representaba en el trono.
La figura en pie que bosquejó Klenze a continuación nunca se fundió en metal, ya que el primer rey de Baviera falleció en octubre de 1825. Su hijo Luis I ordenó el uso del diseño original, con el monarca sentado. En Múnich se rumorea que, de este modo, Luis se la jugó póstumamente a su padre, cuya política le suponía con frecuencia un verdadero incordio.
Sin embargo, también puede considerarse el episodio desde una perspectiva más benévola: en un principio, encargó el monumento la ciudad de Múnich para honrar al rey tras promulgarse la primera constitución bávara en el año 1818. La imagen de estratega a caballo no hubiera sido adecuada para este fin.
Así, el monarca sostiene como Pater Patriae el cetro bávaro en su mano izquierda, mientras que extiende la derecha para bendecir Múnich y la tierra de los bávaros.