„«In München steht ein Hofbräuhaus – oans, zwoa, g`suffa … .» (En Múnich está el Hofbräuhaus - un, dos, para dentro...) Estas son las primeras líneas de la popular canción del año 1935 que aportó la gran popularidad internacional al Hofbräuhaus.
Mas los inicios datan de algunos siglos antes y se remontan a la era del duque Guillermo V de Baviera que fundó una cervecería en 1589. En un principio solo se trataba de abastecer a los duques de Wittelsbach con cerveza. El primer Hofbräuhaus se encontraba a tan solo unos pasos del actual, pero lo único que se conserva de este es la escritura de su constitución.
Parece que tanto la nobleza como los empleados de la corte saboreaban la cerveza que se producía aquí pues al poco de su creación ya se había quedado pequeña y no se podía saciar la creciente demanda. Fue Maximiliano I de Baviera, el nuevo soberano de Baviera, quien en 1607 ordenó la construcción de la cervecería am Platzl creando así el fundamento histórico para el actual Hofbräuhaus.
Más tarde se permitió que toda la población pudiera comprar aquí su cerveza, pues el rey Luis I de Baviera convirtió la bodega real, en 1828, por decreto en una bodega pública, para susto de los dueños de los restaurantes y las cervecerías privadas de Múnich que temían por su clientela.
La popularidad del Hofbräuhaus fue en aumento, tanto entre los turistas de todos los rincones del mundo como los muniqueses mismos. Ya desde sus principios, se convirtió en punto de encuentro para algunos de los más famosos amantes de la cerveza como Wolfgang Amadeus Mozart, la emperatriz Elisabeth de Austria (más conocida como Sissi Emperatriz) o Lenin con su esposa. Muy pronto llegó a sus límites y se precisaba más espacio.
En 1896, se trasladó la instalación para la elaboración de la cerveza al barrio de Haidhausen (actualmente encontramos aquí el establecimiento Hofbräukeller). La antigua cervecería agradece su apariencia actual a una reforma realizada en estilo renacentista moderno. Durante dichas obras también se realizó una generosa ampliación para satisfacer las exigencias en cuanto al espacio y poder crear el gran restaurante que conocemos actualmente.
Este establecimiento tradicional en pleno centro de la ciudad se considera, a nivel internacional, el sinónimo por antonomasia de la cultura de la cerveza bávara. El bar Schwemme en la planta baja es el corazón de este edificio de tres plantas. El lugar, en el que hace más de cien años se encontraban las instalaciones para la elaboración de la cerveza, ofrece en la actualidad aforo a más de 1.000 personas que pueden disfrutar así la popular cerveza y las especialidades típicas de Baviera. En el centro del Schwemme se encuentra un escenario, lugar para las actuaciones diarias de las diferentes bandas de instrumentos de viento.
Los visitantes que deseen más tranquilidad optarán por el Bräustüberl en la primera planta; los muniqueses se decantan por esta estancia debido a su ambiente histórico. En la grosser Festsaal (la gran sala de fiestas) en la planta superior se encuentra el escenario ideal para los músicos populares y las bandas de música. Aquí también se ofrecen cursillos de bailes folclóricos.
Si en verano desea distanciarse un poco del jaleo del centro de Múnich y la suerte le acompaña, podrá disfrutar de una de las plazas con sombra en la cervecera del Hofbräuhaus, a la que accederá atravesando el ostentoso arco.
Aunque este palacio de la cerveza se encuentra entre los diez primeros puntos de interés turístico para gran parte de los visitantes de la capital bávara, sería injusto categorizar el Hofbräuhaus como mero centro de interés turístico ni mucho menos pues la mitad de los clientes diarios son clientes habituales que siguen valorando las tradiciones bávaras.
El amor de los muniqueses por su Hofbräuhaus am Platzl se refleja, de forma muy lograda y clara, en la sátira humorística de Ludwig Thoma «Ein Münchner im Himmel» (Un muniqués en el cielo) de 1911: el vasallo Alois Hingerl se transforma tras su muerte en el ángel Aloisius y recibe acceso al cielo, lugar que finalmente no le gusta por echar de menos la «cultura» bávara. En el cielo no hay ni cerveza ni tabaco rapé y los cánticos y las alabanzas tampoco son lo suyo. Se convierte en un verdadero gruñón y Dios decide atribuirle la tarea de mensajero para trasmitir las recomendaciones divinas al gobierno de Baviera.
Aloisius decide acercarse un momentito a su antiguo sitio habitual en el Hofbräuhaus, se siente como en el cielo y comienza a pedir una Mass (jarra de cerveza) tras otra hasta que se olvida de su encargo divino y se dice que sigue sentado allí hasta hoy en día (con las consecuencias que esto significó para el gobierno bávaro). Si dispone de la sensibilidad visionaria necesaria quizás note la presencia de este personaje en su mesa habitual.