Nuestro autor se pasó cuatro horas contemplando la obra "Großes Stilleben mit Fernrohr" de Max Beckmann en la Pinakothek der Moderne.
Tengo que decir una cosa por adelantado: si esperas que este texto sea un examen intelectual del arte de Max Beckmann, o incluso del arte mismo, te sentirás amargamente decepcionado. Sería como pedirle a una cabra montesa que analice el "Duineser Elegien" de Rainer Maria Rilke. No tengo ni idea de arte. Tuve que salir con una historiadora del arte para saber que "Der Blaue Reiter" no tenía nada que ver con los príncipes azules de los cuentos. ¿Te sorprende? A ella también...
Sin embargo, aquí estoy, sentado en un banco negro tapizado de la Pinakothek der Moderne (museo) de Múnich, mirando el cuadro "Großes Stilleben mit Fernrohr" de Max Beckmann. Se supone que tengo que pasar cuatro horas mirándolo y ver qué emociones me suscita. ¿Qué percibes cuando te tomas tu tiempo? ¿Qué detalles ocultos se pueden descubrir? Se trata de una enorme pintura al óleo sobre lienzo que cubriría toda la pared de mi cocina. Beckmann dijo una vez: "Cuando no estoy en una cafetería o en la cama, pinto cuadros que miden 5,5 x 4 metros. En resumen, me comporto de una forma correcta y apropiada para un hombre brillante". La modestia no era necesariamente una de las virtudes del artista.
El cuadro muestra a una mujer sentada en una silla frente a una mesa redonda en la que hay varios objetos, entre ellos cuatro jarrones de flores y un telescopio. Saco un cuaderno de mi bolsillo trasero y anoto: "Debe ser su cumpleaños". Pienso que analizar el arte no es tan difícil y vuelvo a cerrar mi cuaderno. Miro la hora en mi teléfono móvil. Solo han pasado diez minutos.
Vaya... debería haberme traído un sándwich y algo de beber. ¿Está permitido comer en un museo? ¿O es como un teatro? Un anciano se detiene frente a la naturaleza muerta y me bloquea la vista. Lleva unos pantalones plisados grises y un jersey negro de cuello alto. Parece ser el código de vestimenta del museo, ya que he visto muchos otros visitantes que llevaban ropa parecida. En la ópera la gente lleva trajes, en la piscina, bañadores y en la Pinakothek, jerséis de cuello alto. ¿Por qué se asocia el jersey de cuello alto con una imagen intelectual? Vuelvo a coger mi móvil y busco en Google "jersey de cuello alto". Encontré un artículo al respecto en Zeit Online. Parece ser que los jóvenes bohemios lo usaban para distinguirse de los burgueses con corbata a mediados del siglo XX. Luego busco en Google "bohemio", que me lleva al término "bohemio digital" acuñado por Sascha Lobo y, no me preguntes cómo, acabo leyendo opiniones sobre una máquina de hacer pan en Amazon. ¡Maldita sea, Max, concéntrate!
"Pienso que analizar el arte no es tan difícil y vuelvo a cerrar mi cuaderno. Miro la hora en mi teléfono móvil. Solo han pasado diez minutos. Hmm."
Delante de mí, un hombre cruza los brazos a la altura del pecho y mira brevemente la naturaleza muerta de Beckman. Luego asiente con la cabeza en tono pensativo y da un paso lateral para situarse frente al siguiente cuadro. Así es como se comportan la mayoría de los visitantes. Se toman su tiempo frente a otras obras, pero solo le echan un breve vistazo a ésta. Es como el tío borracho en una fiesta familiar. Te paras un momento a hablar con él por educación, pero luego sigues adelante. Es demasiado extenuante en comparación con el resto de obras de la sala. A menudo Max Beckmann pintaba retratos, incluso de sí mismo (como dije: la modestia no era lo suyo). Su autorretrato "Selbstbildnis in Schwarz", también está expuesto aquí. Estos son cuadros que tienen un efecto rápido, como la vacuna contra la gripe o un chupito de tequila. En cambio, con la imagen que tengo delante surgen muchas preguntas: "¿Una mujer? ¿Una mesa? ¿Un objeto naranja que parece un cono de tráfico volcado y un telescopio? ¿Qué sentido tiene esto?"
Me levanto de mi puesto de observación y me aproximo para ver el cuadro más de cerca. Un guardia me vigila. Probablemente esté pensando: "Este tipo no lleva cuello alto, puede ser un problema".
"Veamos... ¿qué tenemos aquí?", murmuro para mí mismo, al igual que hace mi mecánico cuando llevo el coche al taller. Colores brillantes, eso sin duda. La mujer lleva un turbante y esconde la mitad de su cara detrás de un abanico. En realidad, no muestra ninguna característica femenina en absoluto. ¿Por qué asumí que era una mujer de inmediato? ¿Cómo logró el pintor este efecto?
Mmm...
Oh...
Ah...
¡Buena pregunta! Vuelvo a abrir mi cuaderno y escribo: "La persona tiene las piernas cruzadas. Esto solo lo hacen las mujeres... y Markus Lanz".
"En el borde derecho veo el marco negro de una puerta, con un pomo y un manojo de llaves. Es como si alguien hubiera abierto esta puerta para permitir al espectador ver el interior de la habitación."
Vuelvo al banco y saco mi móvil del bolsillo para buscar en Google más información sobre Max Beckmann. Nació en Leipzig en 1884 y se convirtió en uno de los pintores más respetados de su tiempo hacia mediados de los 30 años. Entonces los nazis llegaron al poder. Terminaron con su cátedra en la Universidad de Bellas Artes de Frankfurt y en 1937 pusieron en la picota "Große Stilleben mit Fernrohr" y otras obras en su exposición "Entartete Kunst". Beckmann huyó primero a Ámsterdam y luego a Nueva York, donde murió en 1950. Hoy en día es uno de los artistas más importantes del clasicismo moderno. En 2017 su cuadro "Hölle der Vögel" fue subastado por casi 41 millones de euros.
Sus obras siempre están caracterizadas por una cierta melancolía. En vista de su currículum, esto no es muy sorprendente. De hecho, "Große Stilleben mit Fernrohr" me pone un poco de bajón. Aunque hay flores en la mesa y los colores son brillantes, la escena resulta melancólica. La mujer mira a una segunda silla que está vacía a su lado. ¿Tal vez se siente sola porque nadie vino a su cumpleaños? Me acerco a la imagen una vez más, por un lado para buscar detalles que había pasado por alto y, por otro, porque me empieza a doler el culo de estar sentado.
En el borde derecho veo el marco negro de una puerta, con un pomo y un manojo de llaves. Es como si alguien hubiera abierto esta puerta para permitir al espectador ver el interior de la habitación. La mujer mira hacia un lado y la puerta no está completamente abierta, así que es como si estuviéramos vigilando a escondidas y la habitación guardase un secreto. ¿Quizás porque la mujer es un travesti? Anoto este pensamiento en mi cuaderno y me vuelto a sentar.
Cuando me levanto cuatro horas más tarde, la huella de mi trasero se puede ver claramente en el cojín del banco. No he logrado averiguar el secreto del cuadro. Pero eso no importa. No creo que fuera la intención de Max Beckmann. De hecho, creo que el atractivo de esta obra son sus múltiples interpretaciones. Sin embargo, hoy aprendí algo: al contemplar una obra de arte, tienes que tomarte tu tiempo. Solo así podrás conmoverte y descubrir sus pequeños detalles. Es igual que con un vino de Borgoña de 15 años, que no te lo bebes de golpe como si fuera un botellín de agua tras correr una maratón en pleno verano. En el mundo actual, donde todo sucede tan rápido y solo miramos las fotos de Instagram durante un segundo, a veces tenemos que hacer un ejercicio de desaceleración. En el futuro, quizás me pase más a menudo por la Pinakothek para relajarme. Sin duda, es mejor que lo que hace mi novia, que pasea por el bosque y se abraza los árboles.