Corzos, castores, víboras, martines pescadores, cárabos, gansos canadienses: con un poco de suerte, podrás contemplar un montón de animales salvajes en el Parque del Palacio de Nymphenburg, ¡en pleno centro de la ciudad! Nuestra redactora se acercó hasta allí.
Todo comenzó con el triplax lacordairei. Detrás de este nombre tan técnico se esconde una especie muy singular de escarabajo de los hongos que habita en el Parque del Palacio de Nymphenburg. Yo la verdad es que ni soy zoóloga ni tengo una pasión especial por los insectos autóctonos. Sin embargo, me pareció interesante dar a conocer las raras especies animales y vegetales que habitan en este maravilloso parque, más allá de sus idílicos jardines, con sus fuentes, esculturas, románticos puentes y numerosos pequeños palacios. Sobre todo el triplax lacordairei, desconocido en el resto de Alemania, pero que ahora se ha instalado en el parque del palacio. Pero, ¿por qué precisamente aquí? Según el ministro de Medio Ambiente, Thorsten Glauber, "los jardines del palacio son lugares privilegiados para la biodiversidad". ¿Me acompañas en este emocionante paseo?
He quedado con Frank, fotógrafo, en la entrada del parque en una soleada mañana de julio. Hay un recorrido corto que te lleva por el jardín delantero, con un trazado simétrico, mientras que el recorrido sur de dos horas te lleva hasta el llamado Löwental (valle de los leones). El recorrido norte rodea el valle Pagodenburg por el muro norte del parque.
La última vez que paseé por el parque, una cierva y su cervatillo aparecieron de repente en medio de uno de los senderos. Quién iba a pensar que podrías acercarte tanto a ellos en su entorno natural y al mismo tiempo en el parque de un castillo?
Comenzamos paseando por el recorrido norte y al cabo de unos minutos llegamos a una soleada arboleda. Situada en medio del parque del palacio, diseñado por Friedrich Ludwig von Sckell, parece no obstante que estamos muy alejados, en un precioso bosquecillo con una bella pradera, cuyas doradas briznas se mecen suavemente con el viento.
Me pregunto si encontraremos aquí el singular escarabajo de los hongos. Me viene a la mente el ecologista Rudolf Nützel, con quien he compartido paseos por otras arboledas, y quien me explicó lo siguiente acerca del Parque del Palacio de Nymphenburg: "En los viejos árboles hay numerosas cavidades de cría y pudrición. Estos son hábitats para animales poco comunes". ¿Cavidad de pudrición? Menudos términos tan raros. Se trata de una rendija en el árbol, causada, por ejemplo, por un rayo y que al pájaro carpintero le gusta ensanchar y donde al cárabo le encanta meterse y acomodarse. Pero ya hablaremos de él más adelante.
Ahora me adentro unos pasos en el césped, me impregno del calor del sol, siento la hierba húmeda entre los dedos de mis sandalias y oigo el clic de la cámara de Frank. La última vez que vine a pasear por el parque, allá por noviembre, de pronto vi un ciervo con su cervatillo en medio de uno de los senderos. Todo el mundo se quedó observándolos maravillados, al igual que ellos nos miraban a nosotros. Luego, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecieron en la espesura con la misma rapidez con la que habían salido de ella, pero ¿quién iba a pensar que podrías acercarte tanto a estos bellos animales en su entorno natural y en el parque de un palacio al mismo tiempo? Pero lo mismo sucede con el resto de animales.
¡Aquí viven un total de 17 especies de mamíferos y 175 de aves! Por nombrar sólo algunos: murciélagos, conejos, zorros, turones, serpientes de hierba. El halcón arborícola, en grave peligro de extinción, también suele aparecer por aquí, al igual que el búho chico. El ratonero también viene aquí en busca de alguna presa. Según Nützel, también podemos encontrar pequeños insectos, como saltamontes comunes, la libélula de invierno, la abeja andrena. La verdad es que nunca había oído hablar de estas dos últimas especies, las cuales esperaría encontrarme más bien en un libro de animales exóticos. Con tanto bicho interesante arrastrándose, saltando, volando y nadando por aquí, me dan ganas de comprarme unos prismáticos. Tal vez lo haga.
Pero claro, también hay que tener un poco de suerte. En cualquier caso, las flores siempre están ahí para admirarlas. Nützel va identificando las plantas mientras caminamos, algunas de las cuales incluso llego a reconocer. Por ejemplo, el trébol de herradura y el girasol, la garra del diablo o la ulmaria. También hay diversos tipos de salvia.
Acompañados por el canto de los pájaros, nos dirigimos al punto más septentrional de la ruta, el valle de Pagodenburg, con su idílico estanque y tilos que lo rodean. En la entrada del parque hay un tilo que tiene trescientos años. Desde aquí caminamos hacia el sur hasta la Pagodenburg, una preciosa pagoda de estilo rococó, situada junto al pequeño lago. Pero aunque la visita es tentadora, preferimos intentar lo imposible: descubrir uno de los martines pescadores que aquí viven. El Parque del Palacio de Nymphenburg es el hogar de una pareja de martines pescadores que ya han sido avistados por muchos ornitólogos aficionados.
El parque del palacio de Nymphenburg alberga una pareja de martines pescadores que muchos ornitólogos aficionados han vislumbrado. Con su hermoso plumaje en tonos azules y anaranjados y (en los machos) manchas azul celeste, destaca entre la bandada de aves.
De aves sé un poco más que de escarabajos, pero tampoco demasiado. Mi guía me cuenta que viven cerca de agua dulce y limpia, por lo que es muy raro verlos en zonas industrializadas. Son muy llamativos por su hermoso plumaje en tonos azulados y anaranjados. Los machos destacan por sus manchas de color azul claro. En Alemania, la población se ha visto amenazada en repetidas ocasiones,pero desde los años 70 se considera estabilizada, según la Unión para la Conservación de la Naturaleza y la Biodiversidad, conocida como NABU. Rodeamos el lago y mantenemos los ojos bien abiertos, pero ni rastro de ellos, ni en el aire ni bajo el agua, ya que son unos excelentes nadadores.
Como después de hora y media todavía no tenemos suficiente de aire fresco y conciertos de pájaros, decidimos enlazar la ruta norte con parte de la ruta sur. Nos dirigimos hacia Badenburg, donde habitan varios cárabos. Uno de ellos es muy famoso. Se llama Casimir y vive en un tilo junto al puente de Badenburg. Miramos a nuestro alrededor durante un rato y al final lo localizamos, algo que a veces no es nada fácil, porque los cárabos son maestros del camuflaje. Le saludamos con la mano, pero parece no hacernos mucho caso. Me parece que hoy está de mal humor.
Rudolf Nützel apunta con el dedo a las aves acuáticas del lago Badenburg: "Las islas sobre todo, cuyo acceso está prohibido, son una zona valiosa para la cría de aves e importantes refugios para animales salvajes. En una de las islas se puede distinguir una madriguera de castores en la orilla. Además de gansos grises y canadienses, es habitual observar pequeñas bandadas de gansos de frente blanca o barnaclas cariblancas." Claro está, si llevas unos prismáticos ...
Lo que más me gusta aquí, en el lado sur, es el ambiente del Löwental. Sckell creó este espacio porque «el terreno llano del parque del palacio barroco le parecía demasiado monótono». Así que modeló el terreno y formó zanjas y colinas que parecen completamente naturales cuando caminas por ellas. Así se creó este prado, donde ahora me encuentro en la época más hermosa del verano. Cuando cierro los ojos, el relajante canto de miles de grillos me recuerda mis últimas vacaciones en Italia.
Mientras Frank y yo, sumidos en la conversación, nos adentramos por un sombrío sendero del bosque, un joven ciervo salta de repente de entre los árboles. Con calma mastica su desayuno, eso sí, sin quitarnos el ojo de encima. Entusiasmados permanecemos inmóviles durante un rato, luego vuelve a desaparecer. Cuando lo pienso, la verdad es que siempre que visito el Parque del Palacio de Nymphenburg veo un ciervo. Por eso siempre merece la pena venir a dar un paseo.