El BMW Welt es la mayor atracción turística de Múnich. ¿Pero por qué? Según nuestro autor, no son más que unos pocos coches aparcados. Para entender la fascinación, visita el BMW Welt con Georg Schuster, miembro de la junta directiva del club de fans de “BMW Munichs”.
Al final, un BMW M2 negro mate con pegatinas de deportes de motor revela que no tengo ni idea. “Esta forma no es la de un BMW clásico, ¿verdad?”, le pregunto a Georg Schuster y señalo una curva que el pilar de soporte del coche hace en la ventana trasera. Durante las últimas dos horas he seguido los pasos de este joven con una camiseta negra de BMW, escuchando sus detalladas explicaciones sobre carrocerías, formas y motores y diciendo lo menos posible para no hacer evidente que no tengo ni idea de coches.
Pero ahora, en este pequeño detalle, veo mi oportunidad de brillar al menos una vez. Inmediatamente me di cuenta de que fue un error. Schuster me mira como si hubiera dicho que Angela Merkel es la consejera del condado. “La curva de Hofmeister”, responde, esforzándose para mantener la compostura, “ha adornado prácticamente todos los BMW desde principios de los años 60. Junto al riñón, es decir, la rejilla del radiador, es quizás la característica de diseño más icónica de la marca.” Miro a la derecha, miro a la izquierda, miro hacia abajo. Es verdad: casi todos los coches que me rodean tienen esta curva. Probablemente sea la persona más ignorante de este edificio.
“Cada año vienen aquí más de tres millones de visitantes, el doble que al Schloss Neuschwanstein, y no tengo ni idea de por qué”.
Schuster y yo estamos en el BMW Welt. A nuestro alrededor, cientos de personas pasean tomándose fotos delante de los coches deportivos y las motos. Cada año vienen aquí más de tres millones de visitantes, el doble que al Schloss Neuschwanstein (castillo), y no tengo ni idea de por qué. Llevo seis años viviendo en Múnich y para mí el BMW Welt nunca ha sido un más que un concesionario con un restaurante elegante. ¿Por qué lo han visitado más de 20 millones de personas desde que abrió a finales de 2007? ¿Qué tiene de fascinante este lugar? Para entender el atractivo del BMW Welt necesitaré la ayuda de un experto, así que concerté una cita con Georg Schuster, miembro de la junta directiva del club de fans “BMW Munichs”.
Nos encontramos en la entrada del BMW Welt en una fría y oscura tarde de diciembre. Schuster, de unos 30 años, dirige una gasolinera con taller cerca de Múnich. Es un tipo robusto, que me espera de pie con sus brazos musculosos cruzados a la altura del pecho. El logo de BMW en la camiseta negra del club de fans está impreso directamente sobre su corazón. Schuster es a BMW lo que un ultra a un equipo de fútbol. Es dueño de varios BMW antiguos, que ha renovado y reconvertido él mismo. Incluso ha conocido a su novia en el club de fans.
Al entrar en el edificio, una mujer rubia nos sonríe amistosamente y nos desea que disfrutemos de la visita. El BMW Welt es un enorme salón de dos pisos, yo podría perderme fácilmente, pero Schuster se lo conoce como la palma de su mano. De media, viene aquí una vez al mes. Unas veces para reuniones del club de fans, otras porque se exhiben nuevos modelos, y otras para darse una vuelta sin más.
Siempre comienza su recorrido en la misma esquina: con los modelos deportivos. Deportes de motor. “Llantas más ligeras, mejores frenos, un diseño más agresivo”, dice. Sus ojos se iluminan cuando ve los coches de carreras. Sus manos de mecánico, fuertes y con residuos de aceite entre las uñas, acarician la carrocería suave y cuidadosamente, como si fuera la cara de un bebé.
“Este coche fue el culpable. Aquí es donde comenzó de verdad mi entusiasmo por la marca”.
No puedo entender esta pasión emocional. Desde mi infancia, los coches han sido simplemente una forma para ir más rápido de A a B. De casa al colegio o a visitar a mi abuela. Mis padres conducían un Renault Espace y un VW Polo. Estos vehículos no eran particularmente bonitos, pero por encima de todo eran prácticos. ¿Es por eso que no entiendo este lugar?
La autobiografía de Schuster es totalmente diferente. Prácticamente nació con amor por los BMW: “Mi padre solía construir coches para carreras privadas en los aeropuertos. Trabajaba mucho en motores de BMW, en particular”, dice. El pequeño Georg se pasaba días sentado en el taller observando cada movimiento que hacía su padre. “Los mejores trucos los aprendí de él.”
No obstante, para enamorarse no basta un coche cualquiera. Necesitas uno muy especial. Uno que convirtió a Schuster, un mecánico amante de los BMW, en miembro del club de fans. Cuando tenía 19 años compré un viejo BMW de 1974. Era un modelo 2002, un elegante sedán plateado.
Como buen mecánico, Schuster lo atornilló, lo engrasó y lo lubricó él mismo. “Este coche fue el culpable. Aquí es donde comenzó de verdad mi entusiasmo por la marca”, dice. “La forma, el color, lo inacabado... No sabía que aspecto iba a tener el coche al final. Iba a construirlo, iba a ser un coche que nadie más tenía.”
Pasamos de la zona de los deportes de motor a la de alta sociedad. Aquí la luz es un poco más dorada, los guardias de seguridad un poco más serios y los precios de los coches no se pueden ver. Llegamos a los Rolls Royce, producidos por el grupo BMW desde 2003. “Por supuesto, tienen mucho de BMW”, dice Schuster secamente. Esto significa: no son un BMW. Es comprensible. Especialmente para alguien que está tan obsesionado con los detalles como él.
Se pasó dos años trabajando en su BMW. Le dedicó la mayoría de sus tardes libres, fines de semana y vacaciones. Todo tenía que ser perfecto. Para obtener un sonido ideal, Schuster equipó al BMW de 1974 con un motor M3 de los años 90. Saca su smartphone del bolsillo y me enseña a un video. Quiere que escuche el sonido de su motor ahora mismo.
A través de los altavoces del teléfono móvil se oye un fuerte y profundo sonido de traqueteo, el resultado de las altísimas revoluciones. “Esto es lo que llamamos un motor bestial”, dice Schuster, riéndose con orgullo. Si fuese a “¿Qué apostamos?” podría reconocer el motor M3 entre otros miles en cualquier momento. Al mismo tiempo, parece que todavía no ha podido captar el sonido.
De repente, estamos frente al único coche con el que he sentido una conexión emocional. O mejor dicho, frente a su hermano mayor. Es un Z4, un pequeño coche deportivo. Su predecesor, el Z3, circulaba por la alfombra de mi habitación cuando era niño hace veinte años, en una versión azul metálico de unos 5 cm de largo. Todavía está en un estante en casa de mis padres. Me encantaba ese coche. A menudo, era el origen de las disputas entre mis hermanos y yo.
De aquella nos preguntábamos alguna vez: ¿Cómo es un verdadero BMW por dentro? ¿Qué hay debajo del capó? ¿Qué época se refleja en el diseño? Quién sabe, si alguien me hubiese llevado a un taller por aquel entonces, hoy quizás estaría trabajando junto a Georg Schuster. En cambio, me hice mayor y, cuando los coches de juguete dejaron de ser emocionantes, mi amor por el pequeño Z3 desapareció.
“Darme una vuelta por el BMW Welt es como volver a casa”, dijo Schuster poco antes de entrar. En ese momento me resultó un poco ridículo y tuve que contener la risa. Sin embargo, cuanto más tiempo paso recorriendo los pasillos junto a él, más lo entiendo. Creció con la marca, le evoca recuerdos y ha pasado por altibajos con ella.
“Nuestro alrededor parece una película de ciencia ficción. Futurista. Y eléctrico”.
Me hace pensar en el Manchester United, “mi” equipo de fútbol, con el que he experimentado muchas victorias, derrotas y emociones a lo largo de los años. ¿Acaso no se me pone también la piel de gallina cada vez que entro en el estadio de Old Trafford? ¿Qué hay de ridículo en eso?
Llegamos al rincón más alejado del BMW Welt. Nuestro alrededor parece una película de ciencia ficción. Futurista. Y eléctrico. Estamos en la sección de automóviles eléctricos. A primera vista, los coches de aquí no tienen nada en común con los coches que hemos visto en las salas anteriores. Miro a Georg Schuster y veo que él también tiene dudas. “Un modelo eléctrico puede ser tan deportivo como uno de gasolina”, dice finalmente con aprecio.
Incluso él, que está acostumbrado a los coches rápidos y potentes, queda impresionado por la aceleración de los nuevos vehículos eléctricos. Después de una breve pausa, viene su esperado “pero”: “Echo de menos el sonido del motor, por supuesto.” Vuelvo a mirar el i8 y esta vez reconozco a dos viejos conocidos: la curva de Hofmeister y el riñón. Ahí están otra vez. Han encontrado su lugar incluso en estos diseños futuristas.
De repente, en medio de todos estos coches me siento extrañamente conmovido. Estas dos características no serían necesarias en estas máquinas de alta tecnología, que en realidad representan una nueva era en la historia del automóvil. No obstante, están ahí porque representan la marca BMW y a sus ingenieros. Algo que permanece constante entre todos los cambios. Un ancla emocional.
Puede que esto sea precisamente una parte de lo que ha atraído a los más de 20 millones de visitantes del BMW Welt en los últimos doce años. La historia de una marca que ha acompañado y formado constantemente a la gente en los últimos cien años. Pocos son tan fanáticos como Georg Schuster, un ultra que se sabe de memoria todos los lanzamientos y que ha tenido cada parte de un motor en sus manos en algún momento.
Sin embargo, la mayoría asocian algo con ello: La Isetta del abuelo en las fotos de álbumes de fotos antiguos, el primer beso en el asiento trasero de un Serie 3 o un pequeño Z3 que recorría la alfombra de su habitación infantil.