Los teatros de Múnich son legendarios y variados. Les explicamos el mundo del teatro en Múnich respondiendo algunas preguntas.
Hubo un tiempo en el que las estrellas de la ópera se comportaban como lo hace hoy Mariah Carey. Tenían un montón de deseos extra en los hoteles que excedían todos los límites. El hotel Bayerischer Hof, por ejemplo, montaba una cocina ultramoderna en la suite del amante de la pasta Luciano Pavarotti en cada una de sus visitas. Pero también el negocio de estrella de la ópera se ha vuelto más rápido, y con ello más difícil. La vida entre San Francisco, Nueva York, Tokio y Europa exige del artista una constitución de hierro. Los cantantes de nivel internacional llevan una vida disciplinada, como los deportistas de élite. Kilos de espaguetis a partir de medianoche ya no se zampa nadie.
Los cantantes de nivel internacional llevan una vida disciplinada, como los deportistas de élite. Kilos de espaguetis a partir de medianoche ya no se zampa nadie.
Aunque al famoso tenor Rolando Villazon se le conoce por salir después de la función, incluso entonces sus pasos le llevan al Spatenhaus, un local más bien serio ubicado enfrente del edificio de la ópera. Algún que otro dirigente de alto nivel acude a menudo al Schwarzreiter (el Jinete Negro) en el hotel Vier Jahreszeiten (Cuatro Estaciones), que también queda a mano, pues muchos se alojan allí durante la temporada.
Así, quién aguante el mayor tiempo posible con un café y scones (N. T. un tipo de bollito dulce) en el vestíbulo, bajo la ostentosa cúpula de estilo modernista, podrá ver pasar a Zubin Mehta o Riccardo Muti. A veces en el Brenner, después de los aplausos finales, puede uno encontrar a los habituales presumidos de la sociedad muniquesa y también a algún que otro presidente de empresa. ¿Y el jefe de verdad? Sale poco. El director artístico de la Ópera Estatal, Nikolaus Bachler, prefiere traer invitados a su piso en Schwabing.
El Kammerspiele. Actualmente es diferente a todo lo que uno puede encontrar en el sector del espectáculo en Múnich. Y además todavía está muy en boga. El director actual, Matthias Lilienthal, venido de Berlín al Isar, le ha dado otro carácter. Es una mezcla de club y show experimental, ofrece actuaciones y formas híbridas de teatro. De tal manera que ya no se habla de escenificaciones sino más bien de proyectos.
El Residenztheater. Es una de los teatros más grandes y mejor equipados en los países de habla alemana.
A parte de eso, lo que también es importante para la dirección del teatro es seguir promocionando la internacionalización que ya había comenzado bajo el predecesor de Lilienthal, el holandés Johan Simons. Esto se refleja por ejemplo en la compañía del teatro que es cada vez más internacional, pero también en el compromiso de directores como Philippe Quesne, Rabih Mroué o Toshiki Okada.
Y por supuesto se ve en los subtítulos en inglés sobre el escenario. Estos son una característica exclusiva en Múnich, por lo menos actualmente. Así que, quien tenga ganas de aventura: ¡a qué espera!
El Volkstheater. A pesar de su nombre conservador, el Volkstheater es un teatro bastante joven, inaugurado en 1983. El actual director, Christian Stückl, es originario de Oberammergau, donde dirige regularmente los «Juegos de Pasión» y además es escultor en madera de profesión, es decir que sus raíces bávaras son profundas. De media, el grupo y el director son más jóvenes que en el Resi y el acceso a las obras también. Esto resulta más obvio durante el festival anual «Radicalmente Joven», en el que se muestran las excelentes puestas en escena de los jóvenes directores de teatro en Alemania, Austria y Suiza, y que siempre merece la pena visitar.
El Residenztheater. Es una de los teatros más grandes y mejor equipados en los países de habla alemana. En este momento atrae a muchos ciudadanos cultos y catedráticos de instituto de mediana edad, cuyo corazón ha permanecido rebelde, solamente más maduro.
Quien quiera disfrutar de las obras clásicas más famosas de la literatura mundial (Shakespeare, Schiller, Molière, Ibsen), aquí está en buenas manos, como también quien se interese por el drama austriaco (Schnitzler, Grillparzer) y del sur de Alemania, como el propio director Martin Kusej, nacido en Kärnten y futuro director del Burgtheater.
Esto es en Múnich, al contrario que en Hamburgo, Fráncfort o Berlín, completamente normal. Después de una función, los fans se van a la salida de la Maximilianstrasse para conseguir autógrafos de los cantantes. Los profesionales con experiencia piden el autógrafo en el programa de mano.
Y no, éste no termina en Ebay, sino que se colecciona con cariño. Es en la puerta de cristal de la Ópera, donde uno tiene la mayor oportunidad de encontrarse personalmente con alguien como Jonas Kaufmann o Anna Netrebko. Pues tarde o temprano tienen que salir todos por la puerta. Y los fans les hacen verdadera ilusión. Y si, también hacerse selfis con ellos.
El nivel de cada función es generalmente altísimo a pesar de la quisquillosa crítica en los periódicos locales. En el Isar, el listón es tradicionalmente muy alto.
El nivel de cada función es generalmente altísimo a pesar de la quisquillosa crítica en los periódicos locales. En el Isar, el listón es tradicionalmente muy alto. Por eso los críticos están muy mimados. Lo que se aplaude en otros lugares, en Múnich es, como mucho, un nivel medio. Esto lo sufren a veces muchos teatros privados que no siempre reciben buenas críticas.
Pero nadie debe asustarse por eso. Quien es abierto de mente, curioso y lee en el Abendzeitung (periódico vespertino) que el estreno no estuvo tan mal, puede estar casi seguro de que va a poder disfrutar de unas horas emocionantes.
Quien no quiera llamar la atención durante su primera visita al teatro, tiene que cuidar el vocabulario en la taquilla: Nadie dice «Residenztheater». Tampoco «Bayerisches Staatsschauspiel». Todos dicen «Resi». Y la Bayerische Staatsoper es una institución del estado libre de Baviera, que se ubica en un edificio llamado Nationaltheater. Quien mezcle ambos términos, diciendo por ejemplo “Múnich Staatsoper”, debe contar con una mirada de sorpresa, como mínimo. Otro consejo sobre el vocabulario: en el vestíbulo de la Ópera, justo detrás de la entrada de mármol, hay tres bustos algo elevados: los de Richard Wagner, Richard Strauss y Wolfgang Amadeus Mozart. Quien va al bar a tomar algo durante la pausa, queda a tomar una copa «con los dioses de la casa».
Las expresiones «derecha» o «izquierda» en los tickets se refieren a la perspectiva del visitante y no a la perspectiva del escenario. El guardarropa es gratuito en el Staatsoper y en el Resi, pero en el Kammerspiele piden un euro. Lavabos femeninos hay demasiado pocos en todos los teatros, por eso se recomienda visitarlos antes de la función e ir rápidamente al comienzo de la pausa, porque si no se pasa uno los 20 minutos de la pausa haciendo cola.
Hablando de pausa: en la Ópera han cambiado la empresa de catering. Ya no se toma el tradicional helado de vainilla con frambuesas calientes en el “Käfer” como en los últimos 53 años, sino en el “Dallmayr”.