Maximiliano II, perteneciente a la Casa de Wittelsbach, fue rey de Baviera desde 1848 hasta 1864. Se le considera el promotor de la ciencia y uno de los primeros alpinistas. A pesar del compromiso que mostraba con la sociedad, no era un rey particularmente querido entre la gente. Tampoco tenía una buena relación con su hijo, Luis II, al cual apodaron más tarde como el Rey de los Cuentos de Hadas.
Maximiliano sucedió a su padre, el rey Luis I, quien sorprendentemente abdicó en 1848. Su madre fue Teresa de Sajonia-Hildburghausen.
Por culpa de ella, se produjeron una serie de desacuerdos con el zar ruso Nicolás I en 1838, quien en realidad había deseado que su hija Olga contrajera matrimonio con el heredero al trono bávaro. Pero Maximiliano no sintió ningún interés y se negó. Unos años más tarde, cuando Maximiliano tenía 30 años, se casó con la princesa de Hohenzollern María de Prusia, de 16 años. El matrimonio tuvo dos hijos, el famoso rey de los Cuentos de Hadas Luís II, que construyó los castillos de Neuschwanstein, Herrenchiemsee y Linderhof, y su hermano Otto, tres años menor, que también se convertiría en rey más tarde.
Durante el periodo que estuvo como príncipe heredero, Maximiliano se dedicó a viajar por Europa como, por ejemplo, Grecia, Italia e Inglaterra. Junto con su esposa María y sus hijos le encantaba coronar las montañas bávaras. Eran considerados como unos de los primeros alpinistas. El castillo de Hohenschwangau y las cabañas de montaña donde solía alojarse la familia real también marcaron la forma de ver las cosas del posterior heredero al trono, Luís.
Cuando asumió el cargo, la revolución en Alemania se encontraba en su pleno apogeo. Al final, la solidaridad entre los monarcas permitió sofocar la revolución. Mientras tanto, Maximiliano II se dedicó a implementar una serie de reformas, que de principio parecían más un esfuerzo para prevenir el inminente derrocamiento que un intento por modernizar el reino. No tardó en anular el nuevo derecho a voto y la libertad de prensa por temor a que regresara la revolución.
Sin embargo, al final, se impusieron las reformas destinadas a mejorar el estado de derecho, la libertad y los derechos de codeterminación. También prometieron a los judíos la emancipación civil y completaron la Bauernbefreiung (Liberación de los Campesinos), que abolió las obligaciones personales que tenían estos con sus terratenientes y latifundistas. En cuanto a la política exterior, Maximiliano II intentó preservar la independencia de Baviera dentro de la Confederación Germánica.
Era considerado, sobre todo, como un mecenas de la ciencia y el arte. El rey estaba muy abierto a las innovaciones técnicas de su época. Con la contratación de un gran número de famosos profesores, apodados como los «Nordlichtern» (auroras boreales), a la LMU (Universidad Ludwig Maximilian de Múnich) consolidó así la reputación de Múnich como ciudad universitaria. El rey mostró siempre un especial interés por la historia.
En 1853 fundó la Orden Maximiliana para la Ciencia y el Arte, que en la actualidad sigue otorgándose como el distintivo más alto de Baviera. En 1855 fundó el Museo Nacional de Baviera, que hoy alberga una colección de arte e historia cultural en una superficie de 13.000 metros cuadrados. También fue el fundador de la Maximilianeum, una institución bávara que daba alojamiento a los alumnos más aventajados durante sus estudios universitarios y en cuyo edificio reside actualmente el parlamento estatal bávaro.
Bajo el reinado de Maximiliano II se cambió de manera fundamental el estilo arquitectónico de los conceptos de planificación de la ciudad real. Se construyeron muchos edificios en estilo neogótico Maximiliano, como la Maximilianstraße y el palacio de cristal, el cual ya no existe, en el antiguo jardín botánico.
Maximiliano II también se dedicó a mantener las costumbres. Incluía en sus ceremonias cortesanas a gentes vestidas con los típicos trajes tradicionales, usaba chaquetas tradicionales con pantalones de cuero cuando salía a cazar, haciendo que el traje tradicional se popularizara entre los muniqueses. A pesar de que el rey mostrara cierto interés por las dificultades sociales de los trabajadores, no era especialmente querido entre la gente. Era considerado como un rey vacilante y retraído.
Maximiliano II murió súbitamente a los 52 años en 1864 después de una grave enfermedad que apenas duró tres días y que los médicos identificaron como una erisipela en el pecho. El único heredero al trono era Luís II, que con ocho años todavía no estaba preparado para cumplir sus tareas futuras. Ello también se debió a la distante relación que había entre padre e hijo. Se dice que al rey le costaba mucho convencer a Luis para que le acompañara en sus paseos matutinos. Simplemente no sabía de qué hablarle a su hijo.